martes, mayo 16, 2006

..:: Some time ago II ::..

Jamás imagine ...
que llegarías a querer de esa manera ...
Amaste tanto que no se realmente ...
como o cuando lo descubriste ...
apesar de mis gestos de indiferencia ...

Fue tu amor tan violento ...
como quererme mil veces cada vez que me besabas ...
ese amor tan inmenso ...
fue como luz que quiebra la oscuridad ...
que no dejaba lugar para nada más ...
fue como reír con algo de lágrimas en la sonrisa ...
cuando creías que un "te amo" ...
significaba muy poco para expresar lo que sentías ...
era abrazarme hasta perder el frío ...
como tener el corazón entre las manos ...
y no saber como darmelo ...
por que apenas te escuchaba ...

Pero mi amor de agua tranquila ...
de apacible ternura ...
como el atardecer de un invierno ...
largo y silencioso ...
lo sentías cada vez mas lejos de ti ...
aunque casi siempre estaba contigo ...
ahora el mundo parece distinto ...
por que me diste el cielo ...
y te arroje al infierno cada vez que te olvidaba ...

Tal vez sea tu culpa por que quisiste inventarme ...
hiciste de mi tu fantasma ...
ese ser imaginario que esperabas inconcientemente ...
para que desvíe la ruta de tu barco suicida ...
pensaste haber encontrado la orilla de otra vida ...
y que ya no tendrías que contar los años ...
que te faltaban esperando el final ...

Eras como el soldado que se va ha rendir ...
un fantasma buscando un camino para sobrevivir ...
triste como el ausente ...
estéril como un suspiro ...
perdida como un disparo ...
como sangre que no sabe por donde pasar ...

Quieres escapar pero el amor te ciega ...
un mundo de laberintos ...
hace un nudo en tu mente ...
y extravía tu destino ...

Ignoro que te trajo a este momento ...
ya no se lo que sientes ...
y siento que me necesitas mientras voy hacia tí ...
no debí perderme en sueños que no elegí ...

El amor no fue lo que esperabas ...
ahora tienes un amor que te hace daño ...
una tortura silenciosa donde no caben palabras ...

Dime porque no tienes nada ...
salvo dolor ...
una lagrima se rinde ...
cuando disparas tu amor hacia el olvido ...
tal vez te afecte el camino que elija ...
y vuelvas a tu barco ...
a aquel destino que elegiste antes de mi.

Ahora :Quiero recordarte tal como fuiste ayer o algún día ...
tal vez solo fue un instante ...
que hoy alarga la memoria ...

Dame un golpe más fuerte mañana ...
quizás, tal vez puedas postergar tu enojo ...
y ahogar para siempre tu amor inadvertido ...
SIEMPRE LLEGA EL MOMENTO DE DECIR ADIOS ...
y cuando me mientas con sinceridad ...
sin amarme más ...
fingiré una sonrisa ...
como contraste al dolor de quererme ...
destruiras los sueños que formaste uno a uno ...
guardados en un corazón ...
cansado de esperar ...
que se vuelve despiadado ...
como fusil que termina con los sueños ...
sé que su furia un día cortará mi aliento ...

viernes, mayo 12, 2006

..:: Some time ago ::..

Que muerta esta mi vida ...
fúnebre como un mausoleo ...
como el sol negro de la melancolía ...
que es sobre mi cabeza ...
una absurda agonía ...
mediocre tristeza ...

Tal vez mis ojos ciegos ...
o mi alma dormida ...
solo encuentran el mapa de la soledad ...
tal vez encuentre el amor y me rescate ...
escuchando mi desesperado mensaje ...
de aquel territorio en mi mente ...
aquel sector invisible de mi ser ...
donde es peligrosa mi existencia ...
y puede ser mortal ...

domingo, mayo 07, 2006

..:: My favorite story ::..

Son ya las doce de la noche. Cuando haya escrito esta carta, voy a matarme. ¿Por qué? Trato de razonar mi determinación, para darme cuenta yo mismo ... de que se impone fatalmente, de que no debo aplazarla.

Mis padres eran personas muy sencillas y crédulas. Yo creí en todo, como ellos.
Mi engaño duró mucho. Hace poco, se desgarraron para mí los últimos jirones que me velaban la verdad; pero hace ya bastantes años que todos los acontecimientos de mi existencia palidecen.

La significación de lo más brillante y atractivo se me presenta en su torpe realidad; la verdadera causa del amor llegó incluso a sustraerme de las poéticas ternuras.
Nos engañan estúpidas y agradables ilusiones que se renuevan sin cesar.

Envejeciendo, me había resignado a la horrible miseria de las cosas, a lo vano de todo esfuerzo, a lo inútil que resulta siempre la esperanza: cuando una luz nueva inundó el vacío de mi vida esta noche, después de comer.

¡Antes yo era feliz! Todo me alegraba: las mujeres al pasar, las calles, mi vivienda, y aun la hechura de mis ropas constituía para mí una preocupación agradable. Pero las mismas ideas, los mismos actos repetidos, monótonos, acabaron por sumergir mi alma en una laxitud espantosa.

Todos los días, a la misma hora, durante treinta años, me levanté de la cama; y todos los días, en el mismo restaurante, durante treinta años, a las mismas horas, me servían los mismos platos mozos diferentes.

Me propuse viajar. El aislamiento que sentimos en ciudades nuevas, en residencias desconocidas, me asustó. Sentíame tan abandonado sobre la tierra, tan insignificante, que volví a tomar el camino de mi casa.

Y, entonces, la inmutable fisonomía de los muebles, fijos en el mismo lugar durante treinta años, las rozaduras de mis sillones, que yo conocí nuevos, el olor de mi casa --cada casa que habitamos, con el tiempo adquiere un olor especial-- acabaron produciéndome náuseas y la negra melancolía de vivir mecánicamente.

Todo se repite sin cesar y de un modo lamentable. Hasta la manera de introducir --al volver cada noche-- la llave en la cerradura; el sitio donde siempre dejo las cerillas; la mirada que al entrar esparzo en torno de mi habitación, mientras el fósforo se inflama. Y todo me provoca --para verme libre de una existencia tan ruin-- a tirarme por el balcón.

Mientras me afeito, cada mañana me seduce la idea de degollarme, y mi rostro, el mismo siempre, que se refleja en el espejo con las mejillas cubiertas de jabón, muchas veces me hizo llorar de tristeza.

Ni siquiera me complace tropezar con personas a las cuales veía con gusto hace tiempo; las conozco tanto que adivino lo que me dirán y lo que les diré; a fuerza de razonar con las mismas, descubrimos la ilación de sus ideas. Cada cerebro es como un circo donde un pobre caballo da vueltas. Por mucho que nos empeñemos en buscar otros caminos, por muchas cabriolas que hagamos, la pista no varía de forma ni ofrece lances imprevistos ni abre puertas ignoradas. Hay que dar vueltas y más vueltas, pasando siempre por las mismas reflexiones, por los mismos chistes, por las mismas costumbres, por las mismas creencias, por los mismos desencantos.

Al retirarme hoy a mi casa, una insistente niebla invadía el bulevar, oscureciendo los faroles de gas, que parecían candilejas. Pesaba el ambiente húmedo sobre mis hombros como una carga. Seguramente hago una digestión difícil.

Y una buena digestión lo es todo en la vida. Ofrece inspiraciones al artista, deseos a los jóvenes enamorados, luminosas ideas a los pensadores, alegría de vivir a todo el mundo, y permite comer con abundancia --lo cual es también una dicha. Un estómago enfermo conduce al escepticismo, a la incredulidad, engendra sueños terribles y ansias de muerte. Lo he notado con frecuencia. Es posible que no me matara esta noche, haciendo una buena digestión.

Después de haberme acomodado en el sillón donde me siento hace treinta años todos los días, miré alrededor, creyéndome víctima de un desaliento espantoso.
¿De qué medio valerme para escapar a mi razón macilenta, más horrible aún que la desordenada locura? Cualquier empleo, cualquier trabajo me parece más odioso que la acción en que vivo.

Quise poner en orden mis papeles.
Hacía tiempo que deseaba registrar los cajones de mi escritorio, porque durante los treinta últimos años había metido allí, al azar, las cartas y las cuentas. Aquel desorden llegó a preocuparme algunas veces; pero me sobrecoge una fatiga tal en cuanto me propongo un trabajo metódico y ordenado, que nunca me atreví a empezar.
Esta noche me senté junto a mi escritorio y abrí, resuelto a preservar algunos papeles y romper la mayor parte.

Quedeme de pronto pensativo ante aquel hacinamiento de hojas amarillentas; luego cogí una.
¡Oh! Si aprecian en algo su vida, no toquen jamás las cartas viejas que guardan los cajones de su escritorio. Y si no pueden resistir la tentación de abrirlos, cojan a granel, con los ojos cerrados, los paquetes de cartas para tirarlos al fuego; no lean ni una sola frase, porque sólo ver la escritura olvidada y de pronto reconocida, los lanza en un océano de recuerdos; quemen esos papeles que matan; cuando estén hechos pavesas, pisotéenlos para convertirlos en impalpables cenizas... Y si no lo hacen así, los anonadarán como acaban de anonadarme y destruirme.

¡Ah! Las primeras cartas no me han interesado; eran de fechas recientes y de personas que viven y a las que veo, sin gusto, con alguna frecuencia. Pero, de pronto, la vista de un sobre me ha estremecido. Al reconocer los rasgos de la escritura se han cubierto mis ojos de lágrimas. Era la letra de mi mejor amigo, del compañero de mi juventud, del confidente de mis esperanzas. Y se me apareció tan claramente, con su bondadosa sonrisa, tendiéndome las manos, que sentí un escalofrío penetrante; hasta mis huesos vibraron. Sí, sí; los muertos vuelven. ¡Lo he visto!

Nuestra memoria es un mundo más acabado aún que el universo; ¡puede hacer vivir hasta lo que no existe!

Con la mano temblorosa y los ojos turbios, recorrí toda su carta, y en mi pobre corazón angustiado he sentido un desgarramiento espantoso. Mis lamentaciones eran tan lastimosas, como si me hubiesen magullado las carnes.

Así he ido remontándome a través de mi vida, como remontamos un río, luchando contra la corriente. Aparecieron personas olvidadas, cuyos nombres no puedo recordar; pero su rostro sí lo recuerdo. En las cartas de mi madre resucitan criados antiguos, el aspecto de nuestra casa y mil detalles nimios que una inteligencia infantil recoge.

Sí; he visto de pronto los vestidos que usó mi madre en distintas épocas y, según la moda y según el tocado, mostraba una fisonomía diferente. Sobre todo me obsesionaba con un traje de seda rameado, y recuerdo que un día, llevando aquel traje, me amonestó dulcemente: 'Roberto, hijo mío, si no procuras erguirte un poco, serás jorobado toda tu vida'.

Luego, al abrir otro cajón, aparecieron las prendas marchitas de mis amores: un zapatito de baile, un pañuelo desgarrado, una liga de seda, trencitas de pelo, flores... Y las novelas de mi vida sentimental me sumergieron más en la triste melancolía de lo que no vuelve. ¡Ah! ¡Las frentes juveniles orladas con rubios cabellos, las manos acariciadoras, los ojos insinuantes, la sonrisa que promete un beso, el beso que asegura un paraíso!... Y ¡el primer beso!... Aquel beso delicioso, interminable, que ofusca la mirada, que abate la imaginación, que nos posee y nos glorifica, ofreciéndonos a la vez un goce ideal y la promesa de otros goces deseados.

Cogiendo con ambas manos aquellas prendas tristes de lejanas ternuras, las cubrí de caricias furiosas y en mi corazón desolado por los recuerdos sentía resonar cada hora de abandono, sufriendo un suplicio más cruel que las monstruosas leyendas infernales. ¡Ah! ¿Por qué las abandoné o por qué me abandonaron?

Quedaba por ver una carta fechada hacía medio siglo. Me la dictó el maestro de escritura: 'Mamita de mi alma: hoy cumplo siete años. A esa edad ya se discurre; ya sé lo que te debo. Te juro emplear bien la vida que me has dado.
'Tu hijo que te adora, Roberto'.

Me había remontado hasta el origen. El recuerdo era desconsolador. ¿Y el porvenir? Quise profundizar en lo que me faltaba de vida, y se me apareció la vejez espantosa y solitaria, con su cortejo de achaques y dolencias... ¡Todo acabado para mí! ¡Nadie junto a mí!

El revólver está sobre la mesa... Es tentador...

No lean nunca las cartas de otros tiempos! ¡No recuerden viejas memorias!... Así es como se matan muchos hombres en cuya plácida existencia no hallamos el verdadero motivo de su fatal resolución.

..:: P.D.: ... Solía leer este relato con frecuencia, me gustaba ... ::..